La tragedia del egotismo y la fidelidad de los dioses.



 Yazgo firme sobre estas piedras
aunque el viento sopla fuerte
y arranca la forma de estas ropas.
Albergo las mismas preocupaciones, como siempre,
las tentaciones de huir, o bien rendir a los fantasmas.
Forcejeo con una visión
que alterna oscuridad con tenues luces;
batallo con las palabras por el miedo que producen.
Y Orfeo duerme, permanece muerto al mundo.

Eventualmente la luz solar desciende, mis alas se despliegan enteras.
Hay cierta belleza aquí que no puedo negar,
Y botellas tiradas con mensajes que se han estrellado a mis pies,
¡Tantas personas de las que nunca me preocupé!
Por abajo, entre los restos del naufragio,
una fortaleza de placeres sin arrepentimientos;
los recursos de sobrevivencia tragados todos por la marea.
Pero Orfeo mantiene su promesa y permanece a mi lado.

¡Enséñame, tengo demasiado que aprender!
¡Comprende, estos fuegos no se consumen!
¡Créeme!, cuando esta broma agote su gracia
escucharé a la promesa de Orfeo cantar.

¡Sueña mientras conduzco la barca!
No importa si hay mal tiempo, ya abandoné la esperanza.
Todos los obstáculos que siento en las entrañas
fueron aceite para el fuego, paja para acostarme.
Las voces aún entrañan relatos
sobre las guerras en el cielo y el infierno,
pero me siento seguro ante tan terribles sueños
si Orfeo canta la promesa que traerá mañana.

¡Cuéntame, tengo tanto que escuchar!
¡Comprende, no cesa de arder mi interior!
¡Por favor créeme!, cuando la dicha haya perdido su peso
escucharé de Orfeo la promesa. 

sábado, 25 de diciembre de 2010 en 17:33

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