Despierto
y el pequeño bote, a cuya proa
la Serpiente del Poder
navega,
ciega e inmóvil, me conduce
al mar de arena. Un sol nos derrite
mientras vuela
el pájaro de las rocas
y soberbia
cruza su sombra
sobre la fresca fuente de nuestras manos.
Se desliza la seda.
Por un largo camino
más allá del crepúsculo
van nuestros rostros enlazados.
Yü Hsüan-Chi,
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