Si te quieres matar ¿por qué no te quieres matar?

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Si te quieres matar, ¿por qué no te quieres matar?
¡Aprovecha el momento! Yo, que amo tanto la muerte y la vida,
si osara matarme, además me mataría...
Ya que llegas a osar, ¡hazlo!
¿De qué te vale el cuadro sucesivo de imágenes externas
al que llamamos mundo?
Ese cine de las horas que van representando
los actores de unas convenciones y poses determindas,
circo polícromo de nuestro dinamismo sin fin...
¿De qué te vale el mundo interior, que desconoces?
Tal vez si te matas lo conozcas, por fin.
Tal vez al acabar comiencs...
En todo caso, si te cansa ser,
ah, cánsate noblemente,
¡no cantes, como yo, la vida por borrachera!
¡no saludes, como yo, la muerte en literatura!

¿Haces falta? ¡Oh sombra futil llamada hombre!
Nadie hace falta; a nadie le haces falta...
Sin ti, todo marchará sin ti.
Para los otros tal vez sea peor tu existencia qye tu muerte...
Tal vez les peses más durando que dejando de durar...

¿El dolor de los otros? ¿Sientes remordimiento anticipado por su llanto?
No te preocupes: poco te han de llorar.
El impulso vital extingue poco a poco las lágrimas
cuando no son por cosas propias,
cuando son po lo que les sucede a los demás, sobre todo
la muerte,
que es algo tras lo cual ya nada les sucede a los demás...

Al principio es la angustia, la sorpresa de que haya llegado
el misterio y la falta de tu vida hablada...
Después es el horror del ataúd visible y material,
y los hombres de negro que ejercen la profesión de estar-allí.
Después , el velatoria de toda la familia, inconsolable y contando historietas,
mientras lamenta ese castigo que es tu muerte,
y tú, mera causa ocasional de aquel plañir,
tú, en verdad muerto, mucho más muerto de lo que imaginas,
mucho más muerto aquí de lo que imaginas,
aunque esés mucho más vivo más allá...
Después, la trágica retirada hacia el panteón o el hoyo,
y después el comienzo del morir de tu recuerdo.
Primero hay en todos un alivio
de la tragedia, algo pesada, de tu muerte.
Después se aligera la conversación cotidiana
y la vida de cada día recupera los días...

Después, lentamente, te olvidan.
Sólo serás recordado en dos fechas,
por tus aniversarios:
cuando cumpla los años tu nacer, cuando cumpla los años
tu morir.
Nada más, nada más, absolutamente nada más.
Pensarán en ti dos veces cada año.
Cada año suspirarán por ti dos veces aquellos que te amaron.
Y alguna que otra vez suspirarán si por casualidad
se habla de ti.

Énfrentate a ti mismo en frío, y enfrenta en frío lo que somos...
Si te quieres matar, mátate.
¡No tengas escrúpulos morales, recelos en la inteligencia!
¿Qué escrúpulos o qué recelos tiene el mecanismo de la vida?
¿Qué escrúpulos químicos tiene el impulso
que genera las savias y la circulación de la sangre y el amor?
¿Qué memoria guarda de los otros el ritmo alegre de la vida?
Ah, pobre vanidad de carne y hueso llamada hombre,
¿no ves que tu importancia es nula?

Eres importante para ti porque es a ti a quien tú sientes.
Lo eres todo para ti porque eres para ti el universo,
el universo propio y de los otros satélites
de tu subjetividad objetiva.
Eres importante para ti porque sólo tú te importas.
Y si eres así, oh mito, ¿por qué los otros no han de ser así?

¿Sientes, como Hamlet, pavor a lo desconocido?
Pero, ¿qué es lo conocido? ¿Qué es lo que conoces
para que llames desconocido a cualquier cosa en especial?

¿Sientes, como Falstaff, el amor adiposo a la vida?
Si tan materialmente la amas, más materialmente ámala
aún:
¡tórnate parte carnal de la tierra y las cosas!
Dispérsate, sistema físico-químico
de células nocturnamente conscientes,
en la noctura consciencia de la inconsciencia de los cuerpos,
en el gran embozo, que no emboza nada, de las apariencias,
en la hierba o el césped de la proliferación de los seres,
en la niebla atómica de las cosas,
en las parades voraginantes
del vacío dinámico del mundo...

miércoles, 2 de febrero de 2011 en 9:32

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